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Los otros están ahí afuera, nos observan, nos estudian. Algunos nos juzgan, nos evalúan, nos condicionan. Muchos o todos de algún modo nos definen. Y nosotros a ellos, claro está. Los otros están ahí parados como una amenaza, como un obstáculo que hay que sortear para que no nos aplaste. Porque la mirada de ése otro influye en nuestras acciones. Sentimos temor, recelo, desconfianza, frustración porque de ésa mirada no todos sabemos (¿o podemos?) huir. Pero ésa mirada se agudiza, se hace más compleja y más inquietantemente visible cuando viene de un otro que nos importa. Padres, amigos, vecinos, pareja, hijos. Ésos son los otros de los que es tan difícil huir y más aún, a los que es valeroso saber enfrentarse.
Más compleja aún es la mirada de uno mismo hacia su interior cuando está llena de miedos y de dudas. Cuando se anticipa tontamente al juicio de los demás y entra en ésa batalla estúpida por ser, por parecer, por complacer de acuerdo a algún tonto estándar. La mirada de los otros es, al final del día, la mirada de uno convertida en un millón de vocecillas inquietas que no dejan de repetirnos que no somos lo suficientemente buenos, lo suficientemente valientes, lo verdaderamente hombres o lo correctamente mujeres. Para algunos, salir de ése closet autoimpuesto es un desafío mayúsculo, un recorrido lento y pedregoso en el cual abundan los tropiezos y las preguntas sin respuestas.
Uno de estos viajes de descubrimiento hacia adentro y por fuera tiene lugar en la vida de Maura, cuando decide vivir en consonancia con lo que es y dejar atrás a Morton Pfefferman. En lo que seguramente fue uno de los mejores estrenos del año 2014, Transparent abrió una puerta hacia un relato sincero y honesto para hablar de identidad de género, de sexualidad y de familia. En esta serie, que como tantas de su especie, pasó un poco desapercibida gracias al ruido que hacían los estrenos venideros en las grandes cadenas, se lanzó hacia la historia más verosímil posible que puede contar una familia disfuncional: la de sus propios miedos y juicios. Con un toque de comedia –de ésos que no nos señalan dónde es apropiado reírse, cosa que no sucede en todas las series americanas– y bastante drama, éste contenido original de Amazon supo posicionarse como una de las mejores propuestas del 2014, con grandes promesas para sus años venideros.
La historia está enfocada en el personaje de Morton/Maura Pfefferman (nada menos que el genial Jeffrey Tambor), y comienza precisamente con el miedo de éste padre divorciado a confesar a sus tres hijos su verdadera identidad. A su entender y desde su mirada, sus hijos no son en el fondo más que un puñado de egoístas que no pueden ver más allá de sus narices. Por esa razón, no espera que ellos alguna vez puedan entender que luego de pasar toda su vida ocultando que es transexual, decida ahora, casi en las puertas de la tercera edad, tomar las riendas del asunto y dar un paso afuera de una vez y para siempre. Mientras, asiste con el nombre y aspecto de Maura a grupos de ayuda, donde expresa el dolor que causa el choque con la mirada de los otros y el desarrollo de su vida adulta sacudida por cambios definitorios.
Sus tres hijos también son grandes portadores de secretos y tendrán mucho que contar al espectador con el correr de los episodios. La mayor, Sarah Pfefferman (Amy Landecker) está casada y tiene dos niños, pero por ésas cosas del destino se cruza con una antigua novia de la universidad, Tammy Cashman y comienza una aventura en secreto. Por su parte, Josh (Jay Duplass) es el hermano del medio y está atravesado por sus retorcidas relaciones con las mujeres. Alexandra (o Ali), interpretada por Gaby Hoffmann, tampoco se queda atrás: mientras transita por un período de desempleo, comienza a descubrir y a experimentar otra relación con su cuerpo. El personaje de la madre y ex esposa es también para destacar. Es por momentos una pequeña cuota de humor y otro brillante universo a descubrir. En la piel de Shelly Pfefferman, Judith Light sabe llevar a cabo un enorme trabajo.
Transparent es una carta muy bien jugada por parte de Amazon Studios, la división de la gran compañía norteamericana a cargo de la producción y desarrollo de contenidos propios para la televisión, sumándose al boom de la generación streaming. No solamente estamos hablando de un considerable aporte a una parrilla bastante amplia para la empresa estadounidense, sino que además estamos ante un éxito rotundo para el espectador y para la crítica. Galardonada con un Globo de Oro como mejor comedia, esta creación de Jill Soloway (Six Feet Under) se consagra gracias a su premisa honesta. Es una serie que no busca el efecto o el golpe bajo, sino que se muestra tal cual es. Una historia que por brillante, no se cree más de lo que es y no peca de pretenciosa.
Si bien es cierto que por nuestro lado del mundo Amazon no ha hecho aún la conquista que ostenta Netflix, va ganando territorio a fuerza de hacer apuestas arriesgadas y en cantidad (este último recurso puede ser una carta a favor o en contra, veremos cómo lo desarrolla). En el caso de Transparent, ha dado un magnífico salto de calidad que nos ha dejado encantados gracias al avance que propone y que significa para la conversación en torno a la identidad de género. Además, la propuesta viene atada a la cuestión familiar, pero no de cualquier familia: de ésos bellos grupos disfuncionales de los que hablan las mejores series, de ésos que siempre nos desconciertan y tienen la inteligencia de sacarnos de nuestra zona de confort.
Subida a la estética indie -y con directores y guionistas del mismo talante- Transparent logra hacerse notar y despierta la curiosidad de los más tradicionales y de los que se animan a probar cosas nuevas. Por momentos, sus planos largos, sus escenas descontracturadas y su música profundamente emocional nos llevan por los ribetes de algún filme experimental, nos llevan a ése cine independiente, a ésas creaciones que quedan colgadas en un rincón polvoriento de la web esperando que cierta alma entendida la rescate. En otros momentos (y más aún de la mano de Ali) nos vamos a ése lugar de nuestro corazón seriéfilo en donde tenemos guardada a Girls. Pero ésta historia marcha sin creerse demasiado, sin ostentar genialidad. Sin palabras grandilocuentes ni efectos ensordecedores. El secreto para la mirada de uno mismo, de los demás y de esta serie es exactamente ése: ser así, transparente.