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Carnage es la adaptación de la obra teatral God Of Carnage (o Le Dieu du Carnage, en francés) de Yasmina Reza, con quien Roman Polanski escribió y adaptó el guión para cine. Esta película, filmada en París (pero recreando la ciudad de Brooklyn, New York) se caracteriza por desarrollarse en tiempo real y en un solo espacio, un departamento.
El conflicto parece sencillo, en principio. Dos parejas se reúnen en la casa de una de ellas para discutir/conversar acerca de una pelea que involucra a sus hijos, en la que uno de ellos resulta herido, perdiendo dos dientes. Nancy y Alan Cowan (interpretados por la magnífica Kate Winslet y el talentoso Christoph Waltz) son los padres de Zachary, el niño que, “armado” con un palo, golpea a Ethan, hijo de Penélope y Michael Longstreet (a cargo de la gran Jodie Foster y el cómico John C. Reilly). Debido al episodio de violencia, los Logstreet deciden llamar a los Cowan para que se reúnan en su casa y “charlen” sobre lo acontecido.
Si tuviéramos que contarle a alguien de qué se trata esta película y sólo dijéramos que la trama del film gira en torno al conflicto entre dos niños, que tiene como consecuencia esta reunión de padres, estaríamos siendo necios o pecando de ingenuos. La pelea de los chicos es la excusa, la excusa que se utiliza para, en no más de 80 minutos, mostrar de manera cruda, y por momentos divertida (muy divertida) la falsedad y las debilidades del ser humano.
En principio, somos testigos y espectadores de una educada conversación entre los personajes, donde todos planean guardar las formas, ser políticamente correctos, civilizados y mantener la compostura, para llegar a un acuerdo. Por supuesto, aunque nadie quiere llevar el conflicto más allá de lo que es, tampoco están dispuestos a ceder en sus opiniones.
Mientras Penélope plantea que su hijo merece una disculpa sentida por parte de su agresor, Alan dice que eso no va a suceder porque su hijo es un loco, a lo que Nancy responde que no es así y que ella misma se ofrece a llevar a su hijo personalmente para que se disculpe, postura apoyada por Michael. Pero cuando se “caen las caretas”, se terminan los buenos modales, sale a la luz la hipocresía e irrumpe el verdadero yo, ahí es donde nos vemos reflejados y decimos “que gran verdad nos están mostrando”. Porque en mayor o menor medida (hablo en general, no pretendo atacar a nadie) todos tenemos esta doble cara, esta doble moral.
Somos capaces de mantener la cordura, los buenos modales, las formas, para aparentar ser civilizados y correctos, pero somos capaces también de, llegado el momento, perder los estribos, sacar a relucir las peores miserias, mostrar la otra cara, porque al fin y al cabo no somos ni más ni menos que seres humanos.
Lo que comienza como una simple reunión para limar asperezas se convierte en una batalla campal, en una carnicería, donde los personajes se despachan a diestra y siniestra, todos contra todos. Se pasan factura, liberan todos los pensamientos contenidos, que nada tienen que ver con el conflicto que los reunió, lo que deriva en un caos y un delirio digno de ver. De civilizados a salvajes, todo en 80 minutos.
La película es hilarante, pero no porque haya chistes, sino por la crudeza y verdad de las palabras que se dicen, y por el desenlace que tienen las situaciones que aquí se presentan (tulipanes y celulares, y no digo más nada para no arruinar los momentos, son un claro ejemplo de eso). El personaje de Waltz (con su maldito celular) quien tiene las líneas más duras, arremete con todo sin importarle nada. Nancy (Winslet), una mujer de negocios, muy correcta, y nerviosa, se sale de sus cabales, ayudada por el alcohol, factor fundamental en el delirio final de todos.
El personaje de Reilly, quien en principio aparenta ser tranquilo, bueno, incluso podríamos decir ¿tierno? demuestra ser todo lo contrario. Y Penélope (una Jodie Foster por momentos exagerada y sobreactuada) que al principio mantiene las formas sin perder de vista su objetivo (que su hijo reciba las disculpas que se merece de manera sentida) termina despachándose contra todos mostrando que su moral y su discurso, hasta el momento inquebrantable, se desmoronan en cuestión de minutos, a medida que corre el reloj y la tensión aumenta.
Cabe destacar, a su vez, el papel del departamento. Lo que al comienzo es solo el espacio donde se juntan estas parejas, se convierte en una jaula, de la que no pueden salir, donde la tensión crece a cada minuto (ayudada por los movimientos y emplazamientos de cámara) y se termina volviendo claustrofóbico para todos: para los personajes y para nosotros.
Carnage, es, si se quiere, un reflejo de la sociedad, de las relaciones familiares, matrimoniales y sociales. Es una comedia negra, dirigida magníficamente por Polanski e interpretada de manera soberbia y convincente por estos cuatro actorazos de los que hablamos. Dura lo que tiene que durar (no olvidemos que es una adaptación de una obra de teatro) y cumple con su cometido.