Cine

X-Men: Days of Future Past, oda a los mutantes

Por Josefina Chalde

Una nueva entrega de nuestros mutantes favoritos llegó a los cines en estos días. De la mano de Bryan Singer, este nuevo film reúne a los viejos y nuevos X-Men y nos lleva en un viaje a través de los años donde todo, absolutamente todo, puede pasar. Como no podía ser de otra manera, esta película no solo está a la altura de su antecesora (X-Men First Class) sino que la supera con creces, al igual que a la existente trilogía previa, convirtiéndose en, quizá, la mejor película de X-Men hasta la fecha.

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Days of Future Past es un viaje al pasado, para cambiar un presente desolador. Los humanos han desarrollado unos robots (Centinelas) programados para asesinar a cualquier mutante que se les ponga en frente. Es tal el poder de estos seres, que los mutantes están al borde de la desaparición, excepto por un grupo que gracias a los poderes de transportación de uno de ellos, pueden escapar cada vez que estos Centinelas los alcanzan.

Para evitar esto, hay una sola solución: volver al pasado, específicamente a 1973, e impedir que Raven (Mystique) asesine al creador de estos robots: el científico Bolivar Trask, cuyas investigaciones sobre la genética mutante lo han llevado a la elaboración de un peligroso plan para neutralizar sus poderes.

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¿Por qué decimos impedir? Porque en el pasado, Raven ha logrado su objetivo pero ha sido capturada tras cometer el asesinato. De esa manera, su ADN estuvo disponible para generar esas bestias robóticas capaces de destruirlo todo. Si se evita el hecho, y se evita la captura, estos Centinelas no pueden ser diseñados y no habría semejante batalla en el presente. Pero claro, a veces no importa lo que uno haga, las cosas, como dice Beast, deben seguir su curso. Por más que le demos vuelta a los hechos, el destino siempre se las arregla para encaminarse en la misma dirección.

Con la ayuda de Kitty Pride, mutante encargada de llevar la mente de los personajes al pasado, el elegido para el viaje es Wolverine y su misión (para nada sencilla) es juntar nuevamente a Charles y Erik para impedir que Raven cometa el crimen.

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Esta nueva entrega de los X-Men no sólo despliega una artillería de efectos visuales increíbles, sino que supera con soltura todos los obstáculos y desafíos que los viajes en el tiempo plantean en el cine en general. No hay que perder de vista que el público puede quedar sumamente confundido y perdido tras tantas idas y vueltas, flashbacks de otros films y las toneladas de información que dan los personajes en una corta cantidad de tiempo. Y sin embargo, a pesar de las dificultades, X-Men logra su cometido casi a la perfección (siempre quedan algunos cabos sueltos).

Con un montaje dinámico que nos lleva del pasado al presente constantemente para que no olvidemos por qué estamos donde estamos; la inclusión de ciertos flashbacks que sirven también para refrescarnos la memoria y evitar el típico “¿Y este quién era?”; y una estructura clara, la narración fluye sin problemas, nos mantiene atentos a cada detalle y nos deslumbra con escenas de acción de una calidad técnica superlativa (la escena de Quicksilver en la cocina del Pentágono es de proporciones épicas) combinadas con momentos de gran dramatismo y tensión.

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Y si a nivel técnico es indiscutible, a nivel actoral también. Este film es un desfile de estrellas que aparecen en pantalla y nos roban los aplausos. Con mayor o menor tiempo en pantalla, todos tienen su momento para brillar.

Patrick Stewart e Ian McKellen vuelven a destacarse en la piel de Professor X y Magneto respectivamente; James McAvoy y Michael Fassbender la rompen como los jóvenes Charles y Erik, mientras que el siempre sólido Hugh Jackman se luce como Wolverine. Jennifer Lawrence da otra contundente interpretación como la gran Mystique, y Peter Dinklage (a quien conocemos por su rol de Tyrion en Game Of Thrones) crea un correcto Bolivar Trask. A todos ellos los acompañan Nicholas Hoult (Beast); Evan Peters (Quicksilver); Halle Berry (Storm); Ellen Page (Kitty Pride) y  Shawn Ashmore (Iceman). Hacia el final hay algunas sorpresas pero mejor no decir nada para no arruinarlas.

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Haciéndonos reflexionar sobre cuestiones como la inclusión del diferente en una sociedad que parece no estar dispuesta a aceptarlo; la lucha por sobrevivir y defender los derechos de los mutantes, y el conflicto trasladado al interior de la especie, con Charles y Erik como estandartes de dos pensamientos totalmente opuestos sobre el lugar de los mutantes en la sociedad y la convivencia con los humanos, X-Men a su vez demuestra que no es una película más de superhéroes.

Los personajes tienen motivaciones y convicciones que los llevan a tomar ciertas decisiones, acertadas o no y esas decisiones pueden alterar el curso de las cosas. Es por eso que Singer se detiene a profundizar en algunos (no todos porque no da el tiempo) de estos superhéroes y lo que sucede con ellos: lo que sienten, por qué sufren, por qué luchan, sus triunfos, sus fracasos y sus equivocaciones.

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X-Men es una inyección de adrenalina, y sus dos horas diez casi no se sienten. Cuando concluye el film, uno se queda con ganas de más. Pareciera que no podemos saciarnos, siempre queremos más de estos mutantes.

 

Josefina Chalde

Estudiante de Cine. Amante de la música internacional. Un buen libro, un buen disco y una buena película es todo lo que necesita. Londres es su lugar en el mundo.