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En la 71° entrega de los Golden Globes Awards, la serie de Fox, Brooklyn Nine-Nine se fue con, no uno, sino dos premios en su recién estrenada primera temporada (uno como Mejor Serie de Comedia, y otro para la labor del protagonista Andy Samberg, como Mejor Actor de Comedia). Y no es que Samberg no sea un comediante excepcional que merezca tal reconocimiento, pero sí es cierto que a esta historia le falta un poco más, le falta afianzarse como comedia e instalarse del todo. Entonces ¿cómo es que ya suena como la serie cómica del año?
La comedia en sí es un género ingrato. Es caminar constantemente en la cornisa, manteniendo un débil equilibrio mientras el público ríe; y cuando no, los libretos y los actores se ven tan patéticos que podemos pasar de la risa al enojo o a la lástima en tan solo unos cuantos chistes sin efecto. Los espectadores somos más exigentes con las comedias y sitcoms que con las series de drama, por ejemplo.
Es que aunque una The Blacklistpueda parecer inmadura en el primer momento, sabemos tenerle más consideraciones: una serie de esas características se arregla (en ciertos casos) con giros en el guion, con grandes nombres en los créditos, con actuaciones que siempre son, al menos, para tener en cuenta.
Pero a una comedia le pedimos todo: que sea efectiva, inteligente, original, y claro, que nos haga reír. Y no basta con una risita de ésas que nos saca por impulso un recurso básico como el de un hombre caminando en ropa interior por la oficina. No. Hay que reír a carcajadas, reír-reír. De lo contrario, es lo mismo que nada.
Los seguidores de estas ficciones más livianitas se dividen entre los amantes del mal llamado humor inteligente y los que prefieren el absurdo efectista de una sitcom con el estilo de Friends. Lo cierto es que, a priori, Brooklyn Nine-Nine no es ninguna de las dos cosas. El hecho de que nos cueste situarla en un polo u otro es, de hecho, un punto a favor de la propuesta de Fox. Nos habla de que –aunque valiéndose del súper conocido y bastardeado recurso de echar mano de a la ridiculización policial- tiene un toque de originalidad. Hasta ahí, porque tampoco es algo que nunca hayamos visto, y ciertamente, quizás nos estemos apurando un poco al coronarla de laureles.
Andy Samberg es carismático, divertido y podríamos hasta decir que es atractivo (a su manera claro, sacando esa sonrisa gigante). Muchos lo habremos visto en Saturday Night Live, un semillero de cómicos y humoristas de raza (cómo no citar a Tina Fey, Amy Poehler, Jimmy Fallon o Seth Myers). Quizás este sea otro medio punto a favor para Brooklyn Nine-Nine, pero siempre teniendo en cuenta que estamos hablando de una serie a la que aún le faltan varias expectativas por cumplir.
La explotación del humor SNL es la explotación del puro humor americano: absurdo, simplón y no muy pensante. Ese humor que aunque nos divierta en las líneas de grandes artistas, a veces nos cuesta entender (por más que finjamos que sí), ese humor que apunta al ridículo y que espera que nos revolquemos en el piso por ver a un hombre en speedo y camisa con corbata.
Brooklyn busca revivir el policial ochentoso de una manera muy SNL. Cuenta la historia de un grupo de oficiales, que de a ratos encuentran un momento para resolver los brutales crímenes que aterrorizan a la ciudad de Nueva York. El resto del tiempo, se lo pasan gastando bromas de escritorio a escritorio, fastidiando a los superiores y tratando de tener romances de oficina. Los cuadros cómicos se valen de elementos como el flashback (que a la larga, terminan siendo los picos humorísticos de la serie).
Entonces, si Brooklyn Nine-Nine, un idea de lo más llana, se convierte en “la serie del año” será haciendo valer el «en el país de los ciegos, el tuerto es rey». Tendrá que ver con que es lo más pasable de una temporada repleta de calamidades, desde We are Men a la irritante Super Fun Night, dejando por fuera algunas excepciones que aún pueden dar pelea, como Mom (sólo porque confiamos en Chuck Lorre) o The Crazy Ones.
Quizás podemos pensar que sus recientes premiaciones tienen que ver con que de lo que ya existe en su categoría, también hay poco para rescatar. The Big Bang Theory lleva dos temporadas en una meseta y tanto de Girls como de Modern Family, ya no podemos esperar nada más (si tuvieran más reconocimientos, incluso caeríamos en el extremo de la sobrevaloración).
El brutal ascenso de esta serie se debe a que los creadores han sabido reunir dos o tres piezas más o menos uniformes bajo un manto de comedia que funciona y que a muchos les resulta (se habla de que será la próxima Parks and Recreation, para lo que le falta recorrer un largo camino). Pero principalmente debe agradecerle a que coexiste con un montón de (casi) comedias mediocres que ha hacen ver como una suerte de pináculo del humor. Si la serie de Andy Samberg se convierte en un éxito histórico, debemos leerlo como un correctivo hacia todos los contenidos del género, que van decayendo a paso agigantado.