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Fotos junket: Marita Cirigliano
El universo de la lectura es inmenso, infinito. En ese mundo, nunca acabado, conviven millones y millones de autores, algunos geniales, otros no tanto; el hallazgo siempre resulta, para un lector compulsivo, un milagro. Especialmente los que pasamos un umbral etario en donde pocas cosas nos sorprenden o mantienen nuestra atención. Peco de indocta al decir que no había leído nada de Leo Oyola, que lo tenía de nombre, que siempre amagaba a acercarme a su liturgia, pero que por falta de tiempo no había podido meterme en su mundo literario. Qué pena la mía, pienso ahora, después de haberme devorado en un día su último libro Kryptonita.
El fortuito encuentro que tuve con el escritor y con algunos de los protagonistas de la película me llevaron automáticamente a recorrer y transitar la lectura del libro que inspiró el metraje. Había visto Kryptonita de Nicanor Loreti –su ópera prima Diablo nos gustó mucho- y la suerte de poder dialogar con Oyola, Nicolás Vázquez, Juan Palomino y Sebastián De Caro me había sumergido en un mundo que quería seguir explorando y que me negaba tozudamente a dejar.
Me transmitieron el entusiasmo al unísono: Oyola fue quien llevó la charla y el que mejor explicó la idea de equipo que formaron junto con Nicanor Loreti y esta “Liga de la justicia” del conurbano:
“Yo soy muy malo jugando a la pelota, de pibe me hubiese encantado ser el nuevo Caniggia. Quise eso y no se dio y bueno, me fui para el lado de escribir y realmente parece una frase hecha, pero ver el tema del juego en equipo en el cine fue un lindo partido”.
La asociación futbolera, bien de potrero, se vislumbra en todo el encuentro. Son los hacedores de la idea increíble que es Kryptonita: Oyola el creador absoluto de ese texto prodigioso, Loreti el responsable -y vaya que lo logra- de la transposición al cine, y los actores increíbles que entienden el juego y que forman un equipazo.
Kryptonita habla del barrio: un grupo de pibes delincuentes se atrincheran en un hospital, El Paroissien –Isidro Casanova presente-, para proteger a regañadientes a su líder Pinino – interpretado por Palomino, actor fetiche del director-, que entra a la guardia mal herido por un vidrio verde. Pinino es Nafta Súper –un Superman de jogineta- que yace moribundo toda la película –como diría Oyola, es un protagonista unplugged-. La meta es que el nochero de guardia mantenga con vida a este líder puñetero. La banda del Nafta Súper está compuesta por Ráfaga, Lady Di, Federico, Faisán, Juan Raro y la Cuñataí Güirá.
Cada uno con características de “Súper humanos” –así los describe Nico Vázquez, quien se pone en el cuerpo de Faisán-, cada uno con una característica distintiva, que lo asocia automáticamente al mundo del cómic.
Oyola la tiene clara en esto, y no sólo conoce el barrio –los que somos “pibes” de barrio morimos con el libro-, cada célula, cada lunfardo arrabalero, sino que además fusiona la nostálgica musicalidad de los suburbios –el soliloquio de Lady Di, la travesti del grupo, la mujer maravilla, interpretado como los dioses por el gran actor Lautaro Delgado, describe las vivencias en el conurbano con una sensibilidad que emociona- con las reminiscencias comiqueras y literarias del gran Alan Moore. Nafta Súper viene de otro mundo como el “Hombre de acero”.
El espíritu del libro –tienen que leerlo- se traslada como un loop a la película. Loreti le mete suspenso y tensión a esta toma de «rehenes» en El Paroissien: todos actúan bien, todos forman un equipo. “Todos son hinchas” –así lo vitorean Oyola, De Caro y Vázquez- de la película, y el brío futbolero se instala en el junket de prensa:
“Como en un equipo de fútbol, todo salió bien porque tanto el mejor jugador del equipo o el técnico fueron luminosos y buena gente”, decía Vázquez en alusión a la dialéctica del team Kryptonita.
La historia coral le da protagonismo a cada uno de los personajes. Incluso el monosilábico Juan Raro –genial la interpretación de Carca- y la silenciosa Nilda, la enfermera de El Paroissien –memorable la actuación de la actriz Susana Varela– son de suma importancia en la resolución de la trama. Ellos son la Liga de la justicia de Isidro Casanova, cada uno con historias inmensas para contar. Sí, son delincuentes, pero cada frase que espetan está dotada de una ternura colosal. “El cine entre amigos es mucho más épico” expresa Palomino, y esa idea de amistad se siente en el encuentro, pero también se ve en la película.
La banda de Nafta Súper es de amigos, pero esos amigos que nunca te van a dejar en las malas: “Con los que compartimos cicatrices de batallas y tantos bares solitarios. ¿Y cómo cuantas noches en la que la lluvia no paró?”, eso es Kryptonita, un epíteto de amistad entre un grupo de pibes, una cerveza compartida entre amigos, un hombro puesto en los momentos difíciles.
Nota publicada originalmente en Notinac