Cine

El folk de Aster: Crítica de Midsommar

Por Santiago González

Midsommar, el segundo trabajo del director norteamericano Ari Aster, se suma a un año en donde se están consolidando los nuevos autores del cine de terror. Jordan Peele, Robert Egger y Jennifer Kent estrenaron en este 2019 sus segundos trabajos y todos hasta ahora han recibido críticas elogiosas por parte de los medios, como si se tratara de los nombres que van a salvar al género de innumerables películas producidas para ser devoradas como comida chatarra para luego ser descartadas. Un pensamiento que busca reivindicar a todo aquel que se dedique al terror luego de haber rechazado a sus máximos referentes (entiéndase John Carpenter, George A. Romero, Tobe Hooper y Wes Craven) durante muchos años. Por otro lado también se aplaude que se esté combatiendo la sobreabundancia de productos similares, aunque no hay que invalidar los aportes de películas como The conjuring (2013), Sinister (2012) y algunas más que son grandes exponentes de cómo hacer cine de terror siguiendo las tradiciones clásicas del género.

Midsommar cuenta la historia de Dani (Florence Pugh) y Christian (Jack Reynor), una pareja norteamericana que en plena crisis de su relación se van con sus amigos a una festividad que se celebra cada noventa años en Suecia y que es organizada por una secta que vive en paz y armonía.

Se trata pues de un nuevo exponente del folk horror. Un sub-género cuyas historias transcurren en lugares rurales, donde los protagonistas se encuentran con grupos cerrados que tienen creencias que desconocen y temen. En donde se habla de paganismo, de tradiciones arcaicas y peligrosas y en donde hasta puede haber sacrificios humanos.

Este termino fue acuñado por el director Piers Haggard en una entrevista que le realizo la revista Fangoria en el 2004, pero recién  seis años después se la empezó a usar más seguido. Esto fue debido a un documental de tres partes que emitió la BBC llamada A history of terror en donde el actor y escritor Mark Gatiss hacia un repaso de la historia del cine de terror. Aunque este sub-genero tenga exponentes en todo el mundo y en distintas décadas, las tres películas que mejor definieron al Folk Horror son inglesas. Me refiero a Witchfinder general (1968) de Steve Reeves, Blood on Satan claw (1971) del mencionado Haggard y sobre todo The wicker man (1973) de Robyn Hardy. Esta última es no solo el pináculo de este sub-género cuyo éxito se dio entre mediados de la década del sesenta hasta mediados del setenta sino que también es la principal influencia de Midsommar.

El caballito de batalla de esta propuesta es la fotografía a cargo de Pawel Pogorzerlki, quien también trabajo en Hereditary (2018). Se destacó en muchas críticas su impacto visual debido al uso del color y sobre todo a que la mayoría de la acción de la película transcurre durante el día pero eso es también otra de las características que la une con sus antecesoras.

La cámara no se queda sólo en su estética, sino que se convierte en un participe más, como si el director estuviera allí, casi siempre detrás de los personajes principales. El problema es que al tomar esa posición Aster apenas profundiza en las tradiciones y creencias de esa secta y se queda igual extrañado que sus protagonistas, tratando de entender que hace a este mundo y también al folk horror. De ahí que haya una saturación de símbolos y elementos de este sub-genero. Queda en cada espectador decidir si se trata de un simple acercamiento superficial o una pobre lectura. Lo que si queda claro es que la mayoría de estos símbolos y elementos tiene la única función de adornar los planos y muy pocos tienen peso en la narración.

Aunque también es cierto que el director y guionista un poco se ríe de esto como así lo atestiguan algunos estrafalarios personajes, como aquel deforme que dibuja garabatos y que es tomado en serio por los integrantes de la secta, ¿un comentario sobre como la crítica lo percibe al mismo Aster? Y esos dos jóvenes que discuten sobre los innumerables símbolos impenetrables ¿acaso un comentario de cómo se sobreanaliza?

Lo que más molesta de Midsommar es la necesidad de Aster de demostrar que es mucho más que una película de terror. Esta pretenciosidad del acercamiento, ese intento de trascender al género logra que el producto se convierta en algo solemne e insoportable, cuando en realidad tendría que ser al revés, como si entendían muchos directores de la década del setenta que no se olvidaban que estaban haciendo una película de terror. Valoración: Mala

Santiago González

Estudiante de Artes Combinadas de la UBA y Crítica en el UNA. Le gusta escribir y ver películas la mayor parte del tiempo. Es fanático del cine de terror.