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Glitch, otra historia de resurrección

Por Luis García Fanlo

Si la muerte es la única verdad de la existencia y lo que nos define como especie viviente los relatos sobre personas que resucitan suponen la condición de posibilidad de una transgresión. Si lo que separa la vida de la muerte es una frontera y traspasarla implica un movimiento irreversible entonces pensar desde la ficción esa frontera como umbral y ese movimiento como reversible debería centrarse en cuestionar aquello que llamamos vida tanto en términos individuales como sociales.

Hace pocos años surgió un nuevo género novelístico y televisivo cuya problemática consiste en representar qué pasaría si los muertos, algunos muertos y no otros, pudieran volver a la vida. No me refiero a zombis, fantasmas, poseídos, ni seres monstruosos como vampiros o momias, sino a la resurrección de los muertos tal como ha sido contada en el relato bíblico de Lázaro, es decir, alguien que murió y vuelve a la vida en carne y hueso como si sólo hubiera quedado dormido sin importar si la muerte ocurrió hace siglos o hace horas.

Esa es la estructura básica de este nuevo género del que ya hice hace unos meses una genealogía a propósito de la serie de televisión The Returned en esta misma revista, de modo que los remito a ese texto para poder dedicarme al análisis de Glitch, la serie australiana sobre resucitados cuya primera temporada acaba de finalizar.

Se trata de una serie escrita por Louise Fox, dirigida por Emma Freeman para la cadena ABC, y producida por Ewan Burnett y Louise Fox, todos ellos con una larga lista de éxitos producidos para la televisión australiana así como los protagonistas Patrick Brammal, Emma Booth, Genevieve O’Reilly, Rodger Corser y Ned Dennehy. La primera temporada fue de seis episodios y terminó de emitirse el 13 de agosto de 2015.

Si bien Glitch sigue la estructura y las reglas del género se diferencia claramente de The Returned (en su versión francesa y norteamericana) y de Resurrection no solo en términos de estéticos sino también ético-culturales. Las diferencias en la puesta en escena –aun respetando la regla del pequeño pueblo aislado y del perfil estereotipado de cada uno de los personajes en cuanto a su situación personal de resucitado- y en la composición de los personajes y de las relaciones entre éstos.

Estas posibilidades novedosas hacen que estemos ante una configuración narrativa original en la que los resucitados conforman un colectivo –a diferencia de las otras series en que operan como individuos aislados- que busca recuperar la memoria de su vida previa a la muerte como condición para poder reinsertarse nuevamente en la segunda oportunidad que milagrosamente se les ha concedido. No están interesados en el cómo sino en el por qué (por qué yo y no mi hija, mi amante, mi amigo) y en el para qué (qué significa esta segunda oportunidad y si hay que aceptarla o rechazarla).

Por otra parte, y a diferencia del clima misterioso y fantástico que asumen The Returned y Resurrection, en lo que denominé la estética Lost, en la que todo hacía suponer una segunda intención en la que la ficción fantástica se mezclaba con componentes religiosos. Pero en Glitch todo parece transparente, cotidiano, sin ese clima de suspenso y de inminencia de algo terrible y sobrenatural que en cualquier momento va a acontecer. Recién en el último episodio la historia da un giro argumental, también diferente al de las otras series, y asoma la posibilidad cierta de una explicación por la vía de la ciencia-ficción aunque en la secuencia final parece derrumbarse para dejar lugar, nuevamente a lo fantástico.

Otro aspecto interesante que propone la serie consiste en problematizar algunas cuestiones referidas a la historia australiana como la relación opresiva y genocida con los pueblos originarios, el origen del capitalismo en la isla-continente y la participación de soldados de Australia en la Primera Guerra Mundial y su impacto socio-cultural, la condición femenina en una sociedad machista.

Es decir, que la serie vincula la vida personal de sus protagonistas con la Historia Social del país lo que la convierte en un dispositivo de subjetivación dirigido hacia la sociedad australiana y un modo de representación de los que los australianos son hacia los espectadores de otras partes del mundo.

Si bien aún no ha sido informada la emisión de una segunda temporada recomiendo que vean Glitch porque nos hace pensar de una manera bella, problemática y transgresora quienes somos y cómo llegamos a ser como somos, con elegancia sin ser políticamente correcta y con complejidad reflexiva sin caer en ninguna forma de sentido común o discurso ideológico. Y porque nos abre la posibilidad de ver otros mundos en series de televisión diferentes al que hegemónicamente ofrece la industria norteamericana.

Luis García Fanlo

Luis E. García Fanlo (Buenos Aires, 1957) Doctor en Ciencias Sociales y Sociólogo (UBA). Investigador del Área de Estudios Culturales (IIGG-UBA). Investigador del Centro de Investigaciones en Mediatizaciones (UNR).