Cine

Jersey Boys, de Clint Eastwood: El cantante y no la canción

Por Luciano Mariconda

A sus 84 años, Clint Eastwood pacta menos con el compromiso que con el placer. A esta altura de su carrera (y de su vida) su posición como director va más allá de distinciones innecesarias y de los premios mentirosos. Tal vez por esta razón Jersey Boys sea una obra que los críticos de su país de origen no entienden: por debajo de la superficie se esconde no tanto una película liviana como sí un fuerte testamento.

Jersey Boys es un popular musical de Estados Unidos y como cualquier obra que pisa Broadway hay un gran nivel de disfrute. Clint Eastwood sabe que el entretenimiento es algo que no debe ser manipulado con desprecio y por eso construye su film con clasicismo pero con elecciones que podrían acariciar el posmodernismo. En sus mejores momentos es una película elástica y veloz con personajes que le hablan a cámara con la soltura suficiente para que nada parezca forzado. Las temáticas clásicas que Eastwood maneja tan bien están ahí: las fuertes relaciones entre los personajes, el compromiso con su labor, y la tradicional lealtad no sólo hacia uno mismo sino frente al resto.

Este es un film con música, no un musical. Es la historia de Frankie Valli y The Four Seasons, una banda de rock de comienzos de la década del 60, antes de la llegada de los revolucionarios buques de Liverpool. Jersey Boys es extraña, una de las películas más inasibles de la carrera de Eastwood pero también una de las más agradables. El relato se encamina de forma clásica pero de repente, cuando un personaje necesita explicar algo, retrocede con gracia hacia el pasado con destreza. Por momentos hasta se podría considerar desordenada: si bien su suelo no es ajeno a la tensión, su geografía tiene más mesetas que picos y valles. A diferencia de la oscuridad política y dramática de J. Edgar, su anterior película, en Jersey Boys nada deja de estar favorecido por la luminosidad de Eastwood hacia sus personajes. Estas son sus mejores obras: conscientes de un mundo terrible pero que lo desafían con un abrazo, un consejo y un perdón.

Eastwood repara con Jersey Boys todo lo que estaba mal en Río Místico. Donde hace once años solo había lugar para la solemnidad, ahora hay espacio para el goce; cuando a los 73 solo era posible la rigidez, ahora hay elasticidad; hace una década (cuando todavía le importaban todavía los premios) Eastwood se maravillaba con actuaciones exageradas, ahora pide naturalidad en las interpretaciones. A diferencia de la obviedad temática de Río Místico, ahora el discurso es más movedizo, más difícil de comprender.

Cuando termina Jersey Boys puede ser que nos rasquemos la cabeza y nos preguntemos qué acabamos de ver. Luego de una primera parte tan ágil como misteriosa –que se asemeja más a Buenos muchachos que a la adaptación de una obra de Broadway-, la segunda mitad es íntima y paciente. Al comienzo, el director parece estar metido en un universo que no le pertenece (mafiosos, italianos, música popular) pero finalmente todo se trata de lo mismo de siempre: lo que veíamos como algo extraño y desconcertante era, simplemente, la calidad de un director que puede adaptar sus 84 años a cualquier época.

Luciano Mariconda

Hawks, Bresson y Tom Cruise. Eterno apasionado por toda la experiencia cinematográfica e interesado en otras disciplinas artísticas. Siempre en movimiento.