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Las series, las películas, los libros, los álbums. Todos están hechos para satisfacer algo. En el mejor de los casos puede tratarse del ego de su creador, alimentar el apetito voraz de una idea insistente que no le deja dormir por las noches. Los productos germinados a partir de esta condición a menudo son los mas auténticos y los de mejor calidad, los que menos compromisos están dispuestos a dar a establecer en pos de su concreción.
Pero hablando particularmente del tema que nos ocupa en la sección de series (sería una traición que un autor dedicado a tales menesteres engañe a los lectores hablando de libros, o de cocina, aunque este texto estará plagado de referencias gastronómicas) ¿Cual es el objetivo fundamental de una serie?
Según la industria de entretenimiento americana, una serie es un producto destinado a llenar un hueco. No es mas que eso, es poco mas que un relleno. Lo que en una empanada resulta ser la prima-donna y protagonista absoluto del plato, para los ciudadanos de Obama es solo la excusa para comer el repulgue.
El americano diseña, produce y pone el aire una serie para ocupar un espacio vacío en la programación de una determinada cadena televisiva
Crean, mueven de horario, re-ubican de día, analizan sus márgenes de ganancia, estudian el grupo demográfico de sus picos de rating y eventualmente cancelan series con el mismo criterio utilizado para vender comida rápida: el cliente pide algo que le despierte el apetito, consume sin prestar atención y luego se retira. Por eso las cocinan rápido y aprovechando algún momento de alto impacto de marketing (no existe mejor ejemplo que la decadente Selfie, cuya gesta creativa seguramente se basó solo en acaparar el nombre del hashtag mas de moda del 2014). Esto nos deja sabores poco memorables pero muy adictivos y a precios módicos. La idea es que vuelvas todos los días pero no por la experiencia, sino por el hueco insatisfecho que la experiencia mediocre nos ha dejado. Los americanos son grandes mercaderes, tu insatisfacción es su negocio, por eso son los Burger McKing Donald del mundo.
Según la industria de entretenimiento británica, una serie es un producto destinado a llenar un vacío conceptual, un vacío de ideas. Siguiendo con las comparaciones gastronómicas (estaban avisados de estos paralelismos), los ingleses crean productos gourmet. Bocados deliciosos pero breves y acotados, preparados por manos expertas capaces de mimar cada plato e incapaces (por voluntad propia y consciente) de producir en masa.
Es habitual que sus producciones tengan apenas un puñado de episodios, llegando al insulto final de los apenas tres episodios anuales de Sherlock, que ocuparía el lugar de un restaurante de absoluto lujo al cual solo podemos permitirnos ir un par de veces al año. Pero cada visita es una experiencia nueva, una cata de sabores desconocidos y en constante renovación en su menú, un momento único para recordar y atesorar. En cierto sentido, las series británicas de hoy serán recordadas para siempre, y quizás esto sea fruto de su cultura de tener mas museos que lugares de comida rápida.
El británico diseña, produce y pone al aire una serie para ocupar un vacío existencial y cultural
Según las cadenas independientes, muchas series están destinadas a llenar un hueco en un nicho cultural. A modo de ejemplo, The Walking Dead trajo del mundo de los muertos el nicho cultural de los zombies, y muchos están intentando ocupar dicho espacio cuando la ausencia de Rick y su banda de amigos se van de vacaciones. Z Nation es quizás su contrincante mas feroz, en parte por tener más gore y menos dramas sociales, y en parte porque al tomarse a sí misma menos en serio compensa la falta de profundidad con un exceso de buen humor.
Comparable es la situación de The Simpsons y Family Guy, ambas luchando mano a mano (literalmente, en el episodio cross-over entre ambas podemos disfrutar un brutal Homer vs. Peter, no se lo pierdan) por ocupar el nicho del segmento series de dibujos animados orientadas al público adulto.
Similar es el caso del relato épico medieval: cuando Game of Thrones llegue a su fin, alguien intentará ocupar el lugar vacío en el trono intentando copiar al menos el 80% de la premisa original.
Pero las mas interesantes, son las que llenan un vacío personal. Es lo que sucede cuando vimos una serie completa, llegamos al último episodio, lloramos despidiendo cada personaje y nos encontramos semanas, meses o incluso años después intentando recrear la experiencia que esos personajes y el relato de sus vidas nos proporcionaron. Como aquel que trata de olvidarse de la ex consiguiendo una nueva novia de aspecto sospechosamente similar.
Fui un gran fanático de Desperate Housewives, pero nunca encontré una serie equivalente o que me genere el mismo impacto. Hasta que encontré The Mysteries of Laura. La premisa es radicalmente distinta, pero mi mente seriéfila las considera del mismo talle y las pone en la misma caja. Del mismo modo, logré que Helix, al menos momentáneamente, ocupe el lugar que dejó libre en mi corazón la partida de Walter Bishop luego del final de Fringe.
Son series que nosotros mismos moldeamos para hacerlas encajar en el molde de una ya que ya disfrutamos hasta su final
Las cadenas televisivas saben de esta condición humana, de la necesidad de algo que nos sea nuevo y familiar al mismo tiempo. Y por eso están haciendo esfuerzos extra en ofrecernos dramas de primera calidad con la intención de que adoptemos alguno para llenar el vacío infinito que nos dejó la partida de Breaking Bad.
Difícil tarea, pero sigan intentando. A fin de cuentas, salimos ganando todos.