Te recomendamos:
Netflix nos tiene acostumbrados a un nivel de calidad y excelencia en todas las series que produce, sean de superhéroes como Daredevil o de realismo político como House of Cards; decimos es una serie de Netflix y seguro que la vamos a visionar porque es una garantía de satisfacción asegurada. Por eso, cuando se anunció la producción y el estreno de Marseille y se la promocionó como la House of Cards francesa o la gran denuncia de la corrupción de la política en Francia, todos nos apresuramos a verla sin dudar.
Además, se trataba de una propuesta que tenía el aliciente adicional de romper con la monotonía de las series de TV en cuanto a que actores, locaciones, temáticas, ciudades, paisajes, idiosincrasia y modo de vida son por unanimidad norteamericanos. Marseille nos proponía una serie integralmente francesa: actores franceses, temática francesa, filmada totalmente en Francia, hablada en francés, en fin, algo nuevo. Si a eso le sumamos la actuación protagónica de Gérard Depardieu y Benoît Magimel, acompañados por un elenco con los mejores actores franceses de la actualidad el combo era más que irresistible.
Será por eso que la decepción fue demoledora cuando nos enfrentamos con un melodrama estereotipado, aburrido y unidimensional en el que lo único destacable son los planos de la ciudad de Marsella y todo lo demás algo difícilmente sostenible como espectador aún para el mayor fan de la telenovela y el género melodramático más elemental. No solo no tiene nada que ver con House of Cards, sino que no tiene nada que ver con nada en plena época de la edad de oro de las series de televisión. Incluso las actuaciones son deslucidas y ni siquiera le hacen honor al noble género de la telenovela de la tarde latinoamericana.
Marseille es una serie tan mala que la crítica francesa fue implacable y la destruyó ya en su primer episodio por ser inverosímil, estereotipada, reaccionaria y, por sobre todas las cosas, una némesis de la realidad francesa que pretende ilustrar, describir y explicar. La audiencia de televisión, porque Netflix hizo una excepción en este caso y permitió que el primero y segundo episodio se emitiera por la televisión tradicional, a modo de promoción para el público televidente francés, también tuvo un registro catastrófico entre el primero y el segundo episodio.
Quizás, si no la hubieran promocionado comparándola con House of Cards; quizás, si desde el primer momento se hubiera advertido a la audiencia que lo que se iba a ver era un melodrama clásico; quizás, si se hubiera buscado una alternativa a Depardieu que parece que hace su personaje solo porque lo obligan; la serie hubiera tenido algún otro tipo de reconocimiento, incluso algún otro público interesado. Pero la verdad creo que ni aun así.
Pero lo más preocupante es que Netflix acaba de anunciar la producción de su primera serie argentina y no tuvo mejor idea que hacer una telenovela. ¿Qué pasa con Netflix? ¿Será que necesita ampliar sus suscriptores y para eso explorar géneros más populares?