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Qué sería de las tramas de espionaje si no fuera por Sir Arthur Conan Doyle. El género de misterio y policiales está sembrado de pequeñas referencias (o copias, según el caso) al autor inglés que allá por 1887 creó a Sherlock Holmes.
Algunas más, otras menos, pero la mayoría de las producciones que emergen en este sentido, tienen ésa mezcla de personajes controvertidos con misterios atrapantes, un ojo crítico y una actitud de yo lo sabía desde antes que todos los demás.
En la televisión hay lugar para todos, incluso para que dos recreaciones del clásico de la literatura inglesa aparezcan en la pantalla casi al mismo tiempo. Por un lado, Sherlock, una miniserie emitida por la BBC; por el otro, CBS hace su aporte con Elementary, una adaptación que tiende un poco más hacia el típico policial estadounidense. Ambas series son una versión contemporánea de aquella historia, guardando en mayor o menor medida los detalles que la caracterizaron.
La propuesta de BBC es un poco más que una miniserie: es como sentarse a ver una seguidilla de películas de misterio, cada una más apasionante que la anterior, siempre siguiendo a paso firme (dentro de lo que permite el guion) la historia de Conan Doyle. A primera vista, éste Sherlock Holmes (Benedict Cumberbatch) lo tiene todo: el largo abrigo, la bufanda al cuello, el perfecto conocimiento de cada rincón de Londres y del comportamiento humano, la lectura correcta en el momento justo, la sombra que se proyecta en la puerta del despacho del jefe de policía, hasta ése oscuro costado que no alcanzamos a conocer del todo.
Por su parte, Elementary transcurre en Nueva York, allí es donde introduce el primer gran cambio respecto a la historia original. El segundo es que John Watson se convierte en Joan Watson, en la piel de Lucy Liu, un recurso que a priori no tiene lógica. Más allá de que la serie busca alejarse de su hermana mayor inglesa, a tal punto que evidencia puntos débiles donde no debería haberlos, Elementary se convierte en un contenido que ostenta más de lo que puede ofrecer, que se pone en peligro constante de perder lo poco que la sostiene.
Ver a Jonny Lee Miller decir soy Sherlock Holmes se siente como algo fuera de lugar. Sabemos que no se trata de una versión convencional: aunque con un encantador acento inglés, éste personaje es dueño de un descaro muy americano. Lleva tatuajes y tiene un aspecto de desfachatado antihéroe, además de dominar una faceta que el otro Sherlock no comprende en absoluto: la habilidad para las relaciones sociales y la conciencia, aunque remota de el otro.
El personaje de Cumberbatch tiene más que ver con el loco narcisista que no necesita de nadie más, excepto quizás de John Watson (maravillosamente representado por Martin Freeman). Esta dupla tiene la habilidad de hacernos creer que, quizás, esta historia existe en algún rincón de Londres, mientras ejemplifica a la perfección la relación del espectador con la serie. Es que en este caso, ése simpático Watson es el espectador. Sentimos lo que él siente cuando vemos a Sherlock hilar las ideas más brillantes, ésas que para los demás parecen ramales inconexos.
Como valor agregado, la serie es divertida en ése inesperado modo en el que se mezcla el punto más álgido del drama, salpicado oportunamente con un sutil toque de comedia. Los puntos más interesantes se dan cuando aparece otro de los personajes clave, y a entender de los fanáticos, el más destacado y sobresaliente: James Moriarty (Andrew Scott), el archienemigo de Holmes. Las escenas en las que aparece en pantalla junto a Cumberbatch están excelentemente logradas. No en vano, el final de la segunda temporada dejó un mar de lamentos en los foros y redes sociales, especulando todas las posibilidades y el futuro de esta antagónica dupla.
Mientras, Elementary bien podría llevar un nombre cualquiera y ser interpretada por otros personajes, y seguiría siendo lo mismo. Incluso quizás, sería mejor. De esta manera no intentaría emular desacertadamente un clásico repetido hasta el cansancio, sino que se transformaría en otra prima hermana de series como Lie to Me, The Mentalist o The Following. En todo caso, si a algo nos recuerda el personaje que interpreta Miller es a una versión menos charming de Patrick Jane.
Las deducciones que hace el personaje son convincentes solo hasta cierto punto, ya desde el primer episodio podemos apreciar los forzados entreveros de los crímenes. El mayor problema es que, en principio, no importa llegar a lo más profundo de un caso, no importa el despliegue de inteligencias que sí se hace en Sherlock, sino que lo que parece ser el punto clave es que el espectador se enganche en la idea de que Holmes y Watson terminarán juntos (y he ahí una frase que ningún seguidor de las historias de Sir Arthur Conan Doyle pensó en leer jamás).
Es cierto que es casi imposible no caer en el facilismo que dictará que Sherlock está mejor lograda que Elementary; por el reparto, las locaciones, el guion y la fidelidad a la obra original. Pero Elementary es una versión neoyorquina de Holmes ¿Qué esperábamos que pasara? Hay un público y una perspectiva cultural que marca una diferencia.
Claro que hay algo que a todos nos atrapa cuando vemos a un sabelotodo desenvolverse con la arrogancia de quien se sabe mejor que los demás. No nos cansamos de verlos hostigar a la policía cuando ésta se muestra incapaz de reunir las pistas suficientes para develar el intrincado misterio que yace bajo la falsa apariencia de un simple asesinato.
Mientras se resuciten los clásicos y se reciclen formatos (un recurso de esos que parecen imprescindibles), ésta contienda va a seguir teniendo lugar entre los fanáticos. ¿Vos cuál de las dos preferís?