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The Knick es esa ficción que nunca estamos esperando. Es la historia que no anhelamos, la idea que a ninguno de nosotros se le habría ocurrido. No por ser desconcertante o ultra innovadora, sino porque el drama médico está destinado a un selecto público, y más aún el drama médico de época. Este género ciertamente no apunta a cualquiera: si en los relatos modernos no hay lugar para los impresionables, indudablemente el público se acota para una serie ambientada en principios del siglo XX, donde se hace un despliegue más exhaustivo de las circunstancias de la medicina, incluyendo hemorragias que no se detienen, métodos que hoy nos parecerían una carnicería y toneladas de instrumental quirúrgico que bien podría haber sido extraído de una saga de terror.
Durante la primera parte del episodio piloto ya nos queda claro qué es lo que podemos esperar en esta ocasión. No se trata de una sola historia o de una sola trama que se desarrolla con uniformidad, sino que estamos ante un ramillete de personajes y situaciones que deberemos descubrir, desentrañar y unir conforme se desarrollen los capítulos. Por un lado, tenemos el arco narrativo principal; todo lo que sucedía en el 1900 dentro de las gruesas paredes del Hospital Knickerbocker, uno de los principales centros de salud que alberga la vieja Nueva York. En este contexto, tendrán lugar una serie de relatos que forman parte de la trama principal. Allí aparecerán el racismo y la corrupción como modo de vida, las adicciones y el retrato de una época en la que la medicina comenzaba a despegar, pero aún la tasa de mortandad era elevada y los profesionales de la salud trabajaban a prueba y error con la vida de los pacientes.
La serie nos lleva muy bien por este camino, y en cierto modo, la abundancia de crudas escenas de operaciones e intervenciones cargadas de un dramatismo y una estética muy real, busca hacernos vivir en carne propia el trabajo de los médicos de entonces y la desprolijidad que acarreaba. Pocas series de estas características pueden jactarse de tener un contenido teñido de sangre con un motivo real y útil para la trama: no es lo sanguinolento por el solo hecho de revolver las entrañas del espectador, sino que precisamente nos introduce en lo rudimentario de algunas prácticas que comenzaban a ver la luz, mostrando que en aquella época el anhelo de ser cirujano era para verdaderos valientes (y ser paciente, también) . En el medio, aparecerán enfermedades como la tuberculosis y comenzaremos a ver la historia de Nueva York (y de gran parte del mundo de la época) reflejada en los pasillos del Knick.
Protagonizada por Clive Owen y dirigida por Steven Soderbergh, podemos descubrir un producto hecho a la medida de ambos y para un público bien pensado de antemano. Dentro de la tendencia actual a producir contenidos que no impacten de lleno en los primeros episodios, The Knick se concentra en ir escalando lentamente y abriéndonos las puertas de a una a la vez. Allí es donde los más impacientes tendrán la sensación de que aquí todo se mueve muy lento y que en el fondo de la cuestión, nunca termina de suceder nada en concreto. No sabemos nada del Dr. John Thackery (interpretado por Owen), vamos escarbando lentamente en su vida, para descubrir parsimoniosamente que no todos los grandes hombres son de intachable conducta, que este notable cirujano no puede pasar un día sin inyectarse cocaína y que como buen individuo distinguido de la época, desconfía y menosprecia a los hombres de color.
La medicina moderna tenía que empezar de alguna manera, dice el slogan. Pero bien podríamos decir que la vida moderna era la que tenía que comenzar de alguna forma: aquí podemos ver el agregado de una sociedad que se enfrenta a una serie de cambios y que se va ajustando a un nuevo modo de vida. Desde la instalación de la luz eléctrica hasta el desarrollo de políticas de salud pública, pasando por el racismo y la figura de la mujer en altos cargos jerárquicos, todo implica un quiebre en una sociedad que está aprendiendo y construyendo, mientras algunos naturalmente se resisten a este proceso. En esto tendrá mucho que ver Cornelia Robertson (Juliet Rylance), jefa de la oficina de asistencia social del establecimiento y presidenta del consejo de administración. Otra pieza clave será Dr. Algernon Edwards (Andre Holland), contrapunto del personaje de Clive Owen, un brillante cirujano que deberá luchar contra los prejuicios raciales.
De todos los elementos que no podemos dejar de ponderar, se destacan la estética al servicio de la historia; el cuidado de los detalles de la época y los exteriores, que no son pocos y que en una serie de estas características requieren una cuidada exactitud y prolijidad. Sin ningún tipo de infortunios, The Knick nos hace viajar a la Nueva York de 1900: asoma un modesto letrero que dice “Williamsburg” en algún lugar, las calles no son ni la sombra de lo que hoy son, adornadas de carruajes y aceras humildes. En cuanto a las escenas más violentas, hay pocos guiones que se animen al uso inteligente de los efectos, sin ponerlos a espantar a la audiencia, sino con la búsqueda de una idea que transmitir.
Es cierto que esta es una serie que no esperamos, una serie que no pedimos y con la que difícilmente todos nos podamos sentir cómodos. Más allá de eso, en el otro extremo de la balanza tendremos que sopesar las historias ya vistas en otros dramas: el joven médico que comienza a mirar de otro modo a una de las enfermeras, el arrogante cirujano que con una personalidad oscura y voluble cae preso de la adicción a las drogas, el conflicto racial y otras tantas. En un contexto que de alguna manera busca ser diferente, y en un marco argumental que no está pensado para ser comprendido por todo el mundo, aparecen pequeñas historias que de alguna manera hemos visto, que son en definitiva, las que todos esperamos, las que todos sabemos que vendrán.
La reafirmación de la tendencia de que no hay héroes ni villanos es otro elemento que presume esta producción original de Cinemax. El Hospital se encuentra en una delicada situación financiera y es el brillante Dr. Thackery el que corre al rescate, llevando al extremo los límites de la medicina conocida en la época y sobrepasando las barreras de las rígidas normas sociales imperantes. Sin embargo, no olvidemos que el protagonista es un gran antihéroe, encargado de mostrarnos el génesis de la medicina moderna, con un algún despliegue de habilidad, con mucho de aciertos poco ortodoxos.