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The Newsroom, la ciencia ficción del periodismo

Por Milly Sur Bianchiman

Mucho antes de que Aaron Sorkin llegara a nuestros oídos por películas como Red Social o Moneyball en el país del norte era conocido como el as de la televisión. Las series todavía no eran nuestra adicción, pero allá un guionista se convirtió tan famoso como cualquier director o actor gracias a series como The West Wing, Sports Night y Studio 60 on the Sunset Strip. Algunas de ellas fueron más subestimadas que otras, pero las tres se caracterizaron por retratar los detrás de escenas y los lugares de trabajos, con miradas super idealistas y llenos de ética.

En la construcción de las historias y sus protagonistas, Sorkin tiene la habilidad especial de querer hacernos luchar por lo imposible al igual que sus personajes. Las acciones de los protagonistas y el mensaje que nos deja detrás de ellas, nos hace querer ponernos de pie y pelear por algo en lo que queremos creer. Ya sea en el caso de la política y su lucha interna como en The West Wing, o el periodismo audaz, sin escrúpulos e inteligente en el caso de The Newsroom.

Aaron Sorkin es bien conocido por la verborragia de sus diálogos que te arroyan cual tren sin freno, pero también se caracteriza por tener la habilidad de hacer cumplidos e insultar al mismo tiempo, al igual que el protagonista de The Newsroom, Will McAvoy (Jeff Daniels), el segundo presentador de noticias más famoso de la televisión por cable. La serie despega cuando McAvoy en un debate, con una avalancha de justificaciones, explica porqué Estados Unidos ya no es el mejor país del mundo, pero también da las razones de porque lo fue. La verdad duele, ¿no?

“El congreso, demócratas y republicanos se pasaron 8 años usando el atentado del 11 de septiembre como una justificación para todo; desde recortes de impuestos hasta una invasión extranjera” – Charlie Skinner

 


De forma retorcida, Sorkin a lo largo de los diez capítulos que tuvo la primer temporada de The Newsroom, relata de forma escueta porque el periodismo dejó de ser el cuarto  poder, pero también quiere dar una leve imagen de cómo podría reivindicarse, y así lograr que el pueblo norteamericano pueda recuperar el lugar de Estados Unidos como el mejor país del mundo, dando los hechos y la información necesaria que se necesita para elegir correctamente a quienes gobiernan.

Luego del quiebre de McAvoy, su jefe Charlie Skinner (Sam Waterston), el más sabio y zorro de la historia, contrata la productora, MacKenzie McHale (Emily Mortimer), quien es la ex pareja de Will, y debido al hecho que los separó, él no quiere saber nada de tener que trabajar con ella. McHale convence a McAvoy que su forma de trabajar y su idea de periodismo es justo lo que él, su programa News Night, la cadena Atlantis Cable News (ACN) y los espectadores necesitan, sobre todo teniendo en cuanta que son épocas de elecciones. «No hay nada más importante en democracia que un electorado bien informado» argumenta McHale en el discurso que usa para que Will la deje trabajar.

Mediante los personajes de Mortimer y Daniels, Sorkin se da el gusto de criticar a todos sin pelos en la lengua. Desde Fox News, CNN, Jerry Springer, a los demócratas en menor medida, al movimiento ultraconservador del Tea Party, Michele Bachman, Mitt Romney y al resto de los republicanos en mayor medida (quizás, hasta critica de forma exagerada a estos  últimos cuatro).

McAvoy, republicano no confeso, denominado el Jay Leno de las noticias, “quien se negaba a tomar posición por un partido por miedo a perder espectadores ataca sin cesar al Tea Party y la republicana Michele Bachman, en el intento de volver a “hacer las noticias”; pero la historia de Sorkin a veces se olvida de criticar a los demócratas y con ellos, a Barack Obama, por lo que The Newroom suele ser compara con el programa argentino 678.

En la lucha de todo el equipo periodístico por cambiar la forma de presentar las noticias, Aaron Sorkin usa noticias reales, que fueron relevantes más que nada para Estados Unidos, con el objetivo de decir cómo se debe hacer periodismo, evaluando los sucesos a presentar en el programa mediante preguntas como ¿es información que debemos presentar?, teniendo en cuenta la fuente y el número de hechos relevantes ¿cuál es la mejor manera de decirla?, ¿está la historia en un contexto histórico? y ¿hay realmente dos lados de la historia?.

En oposición a la realidad, Sorkin crea al personaje de McHale como una productora a quien le es indiferente los índices de audiencia, la competencia, intereses empresariales y en líneas generales, cualquier consecuencia”, y quien le desea la muerte a “la vulgaridad, al cotilleo y al voyeurismo» (¿acaso no es lo que todo queremos?). Y es ella quien propone las preguntas anteriores para crear un noticiero con visión moral, sin la necesidad de tener que victimizar a nadie, ni crear una novela mediática al mejor estilo del caso Candela, o Casey Anthony.

Pero, ¿qué pasó con los intereses empresariales y las grandes corporaciones que manejan el contenido de las cadenas informativas? En The Newsroom también hay lugar para esto. McAvoy ataca duramente a su partido, al Tea Party y a quienes financian dicho movimiento, consiente de cuáles son los intereses de quienes manejan ACN, y de que su trabajo y el de su equipo penden de un hilo. Un ángel cae del cielo con información clasificada que compromete seriamente a los jefes de Skinner, McAvoy y McHale, permitiéndoles a estos tener una carta bajo la manga ante cualquier amenaza de despido.

Más que ficción, The Newsroom parece ser la ciencia ficción del periodismo, ya sea en Argentina o en cualquier otro país. Los motivos sobran. Pero es grato ver cómo Sorkin nos intenta dar clases de lo que la profesión implica. Basta con ver el final de “I’ll Try To Fix You”, un capitulo que se debería haber estrenado el domingo en que Juan Alberto Badia fallecía. Don Keefer (Thomas Sadoski), un productor quien al principio de la serie no tenía escrúpulos, que buscaba la noticia fácil y barata, dice la mejor línea del episodio: “Es una persona. Un médico decreta su muerte, no las noticias».

The Newsroom tiene muchas falencias funcionales periodísticamente hablando, e inclusive puede resultar aburrido y predecible cuando desarrolla las relaciones románticas detrás de News Night, pero una vez Sorkin supo demostrarnos sus habilidades especiales, dándonos a un Presidente por quien todos lucharíamos (The West Wing) sin importar nuestra corriente política, idealizando todos nuestros sueños de justicia, de moral y de democracia.

Aaron Sorkin se permite tirar el libreto de moralina a la basura que plantea al principio de la serie con la excusa de “hacer algo pequeño y malo para conseguir algo grande y bueno” y así tener la posibilidad de demostrar cómo deberían ser los debates políticos “haciendo preguntas que los candidatos deberían ser capaces de responder y que los votantes deberían poder oír contestar”. Sublima cómo debería ser el periodismo pero también demuestra cual es el constante error a la hora de hacer periodismo, aún cuando hay o no intereses de por medio.

Los mejores momentos son aquellos en que se busca la noticia detrás de la noticia, poetiza al objetivo del periodismo en discursos que incluyen a Don Quijote o Camelot, o escenas con Sam Waterston con su moño y su vaso de wisky dando discursos que lo llevan al borde de un pre-infarto y que suenan como la voz de la razón; o el ilógico funcionamiento de Maggie (Allison Pill, Midnight in Paris) que ve hasta lo que los más expertos no pueden ver; o Will, que con su retórica de sabelotodo, dice  “voy a arreglar la internet”.

Después de ver tantos años a Aaron Sorkin haciendo series que hablen de cómo se tiene que hacer  televisión, es fácil deducir que está exponiendo lo mucho que necesitamos de noticias bien hechas; acá, allá y en donde sea. The Newsroom pondera e idealiza al periodismo a más no poder, algunas veces de forma muy superficial, pero lo que atrapa capitulo tras capitulo es el optimismo con el que trabajan, rescatando valores perdidos en el periodismo, que muchos de nosotros deseamos que vuelvan a resurgir, pero que sabemos que solo puede ocurrir dentro de una historia de ciencia ficción.

Milly Sur Bianchiman

Cinéfila. Cómic fan. Amante y defensora del hábito de leer y los animales. Detallista a ultranza. Apasionada de los recovecos del séptimo arte.