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The OA, amistades sanadoras

Por María Rosa Beltramo

Pocos pueden resistirse a permanecer ante la pantalla si la historia arranca con la reaparición de una joven que sus padres buscaron sin pausa durante siete años. Sobre todo, si en el primer minuto uno se entera que era ciega y ha recuperado inexplicablemente la visión. The OA tiene anzuelos dispuestos a lo largo de  ocho capítulos para atrapar a los que llegan atraídos por un policial típico y descubren giros hacia lo sobrenatural, pero se quedan porque para entonces hay un misterio que exige respuesta.

Para aclarar el panorama, si el televidente potencial decide indagar sobre el género de la serie que Netflix habilitó en el último mes de 2016, encontrará en el sitio más popular la siguiente enumeración: drama, ciencia ficción, misterio, televisión de fantasía.

Brit Marling y Zal Batmanglij aseguran haber cumplido el sueño del pibe con un programa que  escribieron a dúo y que ella protagoniza y él dirige y que dicen haber elaborado durante años con ingredientes genuinos para un público capaz de dejarse llevar por la curiosidad. No hay muchas formas de describir  The OA sin arruinar las sorpresas intercaladas a veces con delicadeza y otras casi con brutalidad en una narración que parece una cosa y se transforma y luego retoma el camino inicial.

Contra lo que pudiera temerse, el relato es ordenado y no se pierde en los vericuetos de la sumatoria de géneros. Además tiene el atractivo de personajes poderosos entre los compañeros de cautiverio de Prairie Johnson (Brit Marling) y los que ella elige tras su reaparición para revelar detalles de la experiencia que el FBI, sus padres y el periodismo pretenden conocer, sin éxito.

Con Jason Isaacs (el Lucius Malfoy de Harry Potter o el policía confundido de Awake) en la piel del secuestrador y la veterana Phyllis Smith como la profesora agobiada por la pérdida y la incomprensión, el argumento  fluye cómodo entre  el escenario opresivo en el que viven las víctimas del secuestro y la casa abandonada en medio de un paisaje casi rural donde Prairie va desgranando retazos de su historia  y armando un grupo homogéneo y solidario con personajes que parecían incompatibles.

Los creadores de la serie no solo se atravieron a mezclar géneros, también consiguieron volver creíble la improbable coincidencia entre cuatro adolescentes-uno que encarna inicialmente el estereotipo del pandillero, un transgénero, el que tiene la pesada carga de sostener a su familia y un obeso- y una docente que encaja en el grupo con absoluta normalidad.

La acción va del pasado, que casi todos desconocen, a un presente extraño vertebrado por el relato de la protagonista que, se espera, aporte la información para iluminar esos 7 años que le arrebataron. Esa especie de cueva subterránea que comparten Prairie y sus hermanos en la desgracia-dos hombres y una mujer-donde se ven pero no pueden tocarse porque están aislados por paredes de cristal, tiene un efecto hipnótico sobre el espectador.

Si hay virtudes para reconocerles, los creadores de The OA han sabido conducir con habilidad la tensión opresiva del cautiverio a la solitaria y oscura vivienda donde siempre hay aspectos que permanecen en el cono de sombras, pero cada vez con más nitidez se perfila la evidencia que es la amistad la que va abriendo nuevas perspectivas y ofreciendo oportunidades impensadas para vidas que parecían condenadas a cruzarse sin entenderse o, peor aún, ignorarse o herirse.


De las ideas que probablemente intentó la dupla Marling-Batmanglij, la de la amistad como experiencia vital que sana es la que queda en pie después de intentar separar el sueño de la vigilia y unir la historia de la protagonista desde la infancia a la actualidad.

El final de la primera temporada deja todo listo para la llegada de la segunda y permite disfrutar de un capítulo en el que los creadores se animaron a jugarse con lo que sólo habían insinuado o exhibido en fragmentos: una coreografía preparada por el experimentado Ryan Heffington que parece darles la razón a los que rechazan la mezcla y sostienen que, en el momento de las definiciones, están viendo una serie de ciencia ficción. Pero eso también es materia opinable.

Sobre el final se devela la incógnita sobre el significado del nombre, que es de una gran simplicidad, pero conviene dejar en manos de los protagonistas. The OA tiene actuaciones parejas y convincentes con algunas perlas como la participación de Riz Ahmed, el protagonista de The Night Of, y Alice Krige y Scott Wilson, una pareja especialmente creíble, como los padres de Prairie.

Los espectadores han calificado generosamente el arrojo de la diversidad de géneros, una cuestión que a veces suma y multiplica, aunque también puede dividir y restar. En el ángulo superior izquierdo de la pantalla junto al nombre-incógnita- de la serie brillan cuatro estrellas y media , prueba inequívoca de que la segunda parte puede encararse sin temor al fracaso.

María Rosa Beltramo

Periodista, trabajo en Cadena 3 y escribo un blog que se llama "Maravillas de este siglo".