Música

Lana Del Rey y el fetiche de la cultura aferrada al pasado

Por Maribel Díaz Romero

Cualquiera sea la razón verdadera por la cual Lana Del Rey tituló Ultraviolence a su segundo álbum –término que hace referencia a La Naranja Mecánica- no deja de llamar la atención. Ayudada por el talento de Dan Auerbach, el vocalista de The Black Keys, Lana presenta a Ultraviolence como un soporte magnífico de la disfunción. Tanto Del Rey como Auerbach se basan en los símbolos de la cultura del siglo 20, pero sus motivaciones parecen mirar hacia atrás, a kilómetros de distancia. Si bien The Black Keys encuentran consuelo en la década de 1970, han adoptado un modo de jugar y escribir que es fácil de recordar con cariño.

Ultraviolence, por su parte, suena totalmente nostálgico. No lo hace a través de las funciones que desempeñaban las mujeres cantantes del siglo pasado, aunque Del Rey ejerce la femineidad clásica como arma estética. Ella se pone encima un género que, una vez que enmarca una visión idealizada del anhelo femenino, lo llena de todas esas otras mujeres: las mujeres implicadas por las canciones que cantaban los hombres sobre las mujeres que servían como alimento para generaciones de la angustia masculina.

Dejando a un lado los coros ajustados y samples de hip-hop que impulsaron su debut, Lana ahora se sumerge de lleno en el fetiche por cultura del siglo 20. “They say I’m too young to love you” canta en “Brooklyn Baby». Al principio suena como si estuviera hablando de un hombre mayor, pero resulta que está hablando de Lou Reed, los golpes de pandillas, la primera generación de músicos de jazz, y así sucesivamente. La canción no trata de Brooklyn hace 30 años sino de Brooklyn como un museo viviente que hace honor a su propia memoria geográfica a través de un canibalismo cultural y bizarro.

En temas como «Ultraviolence», canta desde la agonía de una relación envuelta por el maltrato físico mientras repite «hit me and it felt like a kiss», título de una canción escrita en 1962 por Gerry Goffin y Carole King, grabada por Los Cristales y Phil Spector. «Everybody knows that I’m the best, I’m crazy» insiste en «Cruel World», tema que inaugura el disco. “I want money, power and glory” exige en «Money Power Glory”. Los personajes y artificios de “Shades Of Cool» y «West Coast» caminan en la línea dura del melodrama, exigiendo una inversión emocional en historias que abiertamente muestran su propia falsedad pero la ejecución vocal de Lana las convierte en verdaderas y le otorga un brillo demasiado particular.

A lo largo de Ultraviolence, Del Rey controla su órbita inyectando todo el arte que consumió durante mucho tiempo. Su re-imaginación del pasado teniéndola como centro hace que salga de la necesidad, no de la comodidad. Seguir mirando profundamente en Ultraviolence es querer entender lo que del Del Rey está tratando de entender. Querer saber por qué la cultura que nos rodea sigue aferrándose a los emblemas del pasado. Querer saber por qué reutilizamos acríticamente lo analógico sin preguntar lo que le da poder. Lana Del Rey se ve en las imágenes que mantenemos y trata de encontrar lo que falta en ella. ¿Qué podemos evitar mirar cuando buscamos fotografías de Marilyn Monroe, sin pensar en la razón por Norma Jeane Mortenson murió tan joven? Ultraviolence ruge para llenar las vacantes que dejaron ciertos íconos pop y no tanto.

La Naranja Mecánica usa la palabra «ultraviolencia» para referirse a los golpes de pandillas que parecían contar la violencia como algo regular. Esto no es lo que realmente Del Rey está refiriéndose aquí. Ella usa la palabra para cantar sobre la agresión física, pero la violencia final se encuentra borrada, silenciada, negada. Ese espacio negativo es su propio tipo de violencia. Lana Del Rey da pasos hacia las sombras que dejaron otros. Tiene el poder allí, susurrando antiguos secretos, dando voz a personajes que nunca llegaron a hablar por sí mismos. Se opone a un mundo en el que la «violación» ni siquiera se considera en la misma categoría de «ultraviolencia» arrastrando esa palabra y escribiendo con mayúsculas debajo de una foto de sí misma mirando enigmáticamente a la cámara. Lana ejerce su propia violencia a la cultura del siglo pasado. Ella es exactamente aquella villana que nuestra historia estaría necesitando.

Maribel Díaz Romero

Periodista digital. Microblogger. Versátil. Amante del rock, y sus variantes, pero con un corazón que late con synthpop. Escribe sobre lo que le gusta con mucha pasión. Para ella, la única forma de escapar de las miserias de la vida son la música, las películas, los libros y los gatos.