Te recomendamos:
No voy a escribir este post desde la racionalidad misma que genera un acontecimiento superlativo como el que se vivio el sábado en el club hipico argentino. No. Lo voy a hacer desde el corazón; y no porque necesariamente tengan que estar corazón y mente separados, sino todo lo contrario, porque desde el comportamiento del corazón, quizas se pueda dilucidar como funciona y obra la mente.
Diciembre de 2009, me toco pasarlo la mitad cuidando a una persona enferma de salud. Noches interminables de internaciones dolorosas y con sabor a «¿Cuando carajo se termina todo esto?». Yendo a la retrospectiva, durante toda mi vida pase por muchos estilos musicales que me han nutrido y enseñado el verdadero significado de la palabra música. En ese largo trayecto, esos sonidos acompañaron procesos, algunos mas felices que otros, pero siempre a través de cambios, de maduración personal. El sábado no fue la excepción.
Recuerdo que durante aquellas largas noches llenas de incertidumbre, en mis oídos había una serie de temas musicales que acompañaron aquellos días. Estoy hablando de Paul van Dyk, y no porque supiera que en febrero «como sea iba a ir a verlo», sino porque aquellos sonidos me envalentonaban y me permitían soportar aquella tristeza y transformarla en energía positiva. Esa precisamente, debe ser una de las características «mas irracionales» del trance. No entendes como un ritmo que viaja velocidades inhóspitas pueda ayudarte a sobrellevar momentos duros, como pueda hacerte bailar el corazon y llenarte de optimismo. Son sueños, dicen. Me gusta el trance.
Ahora bien: traslademoslo al sábado. Una semana exquisita en mi caso, precedia a la gran cita con Paul van Dyk en el marco de la fiesta Godskitchen (las palabras para describirla sobran, es mejor ver fotos y videos, simplemente porque no puede describirse) y las expectativas me sobrepasaban. Damian, el señor trance en Córdoba me había hablado mucho de Paul. El lo adora, para el supera todo, es como su dios, con el mayor de los respetos. ¿Estadisticas? Esta iba a ser la quinta vez que lo veía, tiene un tatuaje, y ademas tuvo el honor de que Lord van Dyk quisiese conocerlo en persona el sabado, en el pre-stage. A ello se había sumado mis ansias propias de ver algo que suponía me iba a retroproyectar mi vida en los ultimos años, en consecuencia con lo que esa musica maravillosa me habia hecho conocer.
Entre cuando estaba tocando Sander van Doorn -precedia a Paul van Dyk– y reconozco que mis ojos se llenaron de lagrimas al ver la puesta en escena del show. Unas horas antes habiamos estado con Pato, un amigo, tomando una coca en el Obelisco y me habia anticipado que «el show que presentaba la Godskitchen era algo increíble, y que PvD iba a marcar un antes y un despues en mi». Tuve la primer gran sonrisa de la noche.
Cuando apareció Paul van Dyk, no supe que pensar. O mas bien tuve demasiados pensamientos que se apoderaron de mi mente. Mire al cielo y le agradecí estar ahí. Pense en aquella persona con la que pase esas noches tristes en un quinto piso de un hospital. Ella es lo que mas amo, mi mama. Pense en ella y en que en esos momentos le estaba dando de comer a mi hermanito de seis meses, en mi casa. Ella salio de ese momento difícil, y yo estaba en Buenos Aires, trabajando de lo que mas amo y escuchando la música mas hermosa. Después de eso, Paul puso «Distant Destiny«, el tema que mas había escuchado durante aquellos dias y que me habia llenado de fuerzas. Bueno, no puedo explicar lo que sentí. No se puede porque sencillamente no tiene explicación. Y hablo de lo que mencione anteriormente, se siente con el corazon y seguramente saben de que hablo.
Musicalmente, mi critica es muy humilde ademas de haber encarado estas lineas con otro sentido. No vi ni voy a ver a alguien como van Dyk. Hace algo que no tiene nombre. Vi al músico por sobre el dj. Vi como la leyenda mezclaba y tocaba su organo Korg al mismo tiempo, todo con un up-tempo que asustaba por perfecto.
Durante esa noche sonrei muchas veces mas. No podia dejar de hacerlo. A mi lado, estaban mis amigos. Aquellos con los que comparti tantas fiestas, la comunión fue perfecta. Bastaba ver a Ale, como lloraba de la emoción, a Maflo (me posibilito tener mi ticket) como se llenaba de fuerzas, bailando en un momento particular de su vida, o al resto de los chicos que se abrazaban. Me acorde de los que no llegaron, y de que de alguna manera estaban ahí presentes conmigo.
Caminando por Av. del Libertador, media hora después de finalizado el show me puse a hacer un pequeño balance de lo que había vivido hacia minutos, y de que llegaba en un momento mas que especial para mi. Esta vez, por ser magnifico. Cerraba una etapa y abría otra. El trance, su música, me habia unido, habia enlazado en mi vida dos momentos diametralmente opuestos pero que traducían efectivamente de lo que se trata esto: La Vida.
George Blanco
[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=9jQQZfg2VK0][youtube=http://www.youtube.com/watch?v=Oaa3BV4qLAI&feature=related][youtube=http://www.youtube.com/watch?v=YTlxUk_39_Y]